martes, 23 de noviembre de 2010

2#

No sé cuánto tiempo me quedé mirándola como un tonto, pero a ella parecía resultarle un poco incómoda aquella situación.


-Bueno, ¿cómo te llamas?-preguntó ella seria, yo no pude evitar echarme a reír, ¿en serio no sabía mi nombre?


-¿Es una broma?-pregunté conteniendo la risa.


-No...-respondió ella mirándome extrañada.


-Vaya-contesté poniéndome serio-lo siento, pero...Es que, todo el mundo sabe mi cuál es mi nombre-proseguí.


-Parece que todo el mundo no-afirmó ella soltando una leve risa.


-Ya lo veo-contesté sonriendo-me llamo Michael, ¿y tú?.


-Denise-respondió ella sin dejar de sonreír.


-Bonito nombre-dije.


Y se volvió a parar el tiempo.
Esa chica, tenía algo especial, no sabía qué era pero me gustaba, pero era como una sensación  de que la conocía de toda la vida.
Pasamos un pequeño rato en silencio, hasta que, Doris me pidió que bajase, tenía visita.
Dejé a Denise sola un momento, según me había dicho Doris, era Lisa Marie Presley, solía visitarme de vez en cuando, la verdad es que estaba enamorado de ella desde hacía mucho, y aunque se lo dije, ella ignoró mis sentimientos, cosa que me dolió muchísimo, pero la quería de verdad así que no descansaría hasta conseguirla.
Bajé hasta mi despacho, que es donde ella solía ir cuando me visitaba, como siempre, para mis ojos, estaba preciosa, aunque Doris decía que no le parecía una buena chica y que no le gustaba el pasado que tuvo, pero a mí me daba igual, no cambiaría de opinión por ella.
Estuvimos un rato charlando y decidí contarle que tenía una invitada especial.


-¿Sabes qué? Anoche me encontré a una chica desmayada en las puertas de Neverland-dije sentándome en el sillón que había en la sala.


-¿La dejarías allí, verdad?-preguntó ella.


-No, por Dios no, sabes que eso no va en mi naturaleza, Lisa-contesté.


-Sí...Cierto-dijo ella un poco molesta-¿Está aquí?-preguntó mirando por la ventana.


-Sí, esta arriba, en una de las habitaciones de invitados-respondí sonriendo.


Ella no dijo nada, cambió de tema y al rato de estar charlando se fue, aunque la notaba un poco molesta, no sabía que había dicho, pero bueno.
Decidí ir en busca de Denise, subí las escaleras y me dirigí hasta la habitación, pero no estaba, qué extraño, miré en todas las habitaciones pero tampoco la encontré, sólo quedaba una,  y era la de los juguetes, era mi habitación favorita, después de la biblioteca, entré y observé que detrás del perchero asomaban unos pies. 

lunes, 22 de noviembre de 2010

1#

Recuerdo la fecha exacta del comienzo de, lo que es para mí, el comienzo de mi historia, era a finales de los ochenta, concretamente, en 1989, estaba a un año de publicar mi cuarto albúm en solitario, algo que me encantaba, tenía, en aquel entonces 31 años, recuerdo que nevaba mucho y hacía mucho frío, por lo que decidí sentarme en un sillón del salón y leerme un buen libro al calor de la chimenea, no sé cuantas horas estuve leyendo, solo sé, que cuando miré el reloj que estaba encima de la chimenea, ya eran las nueve de la noche, me froté los brazos con las manos y me asomé a la ventana, me fijé que en las puertas de Neverland, había alguien, no sabía quien era, así que decidí acercarme y cerciorarme de que no fuese ningún periodista cotilla.
Para mi sorpresa, no fue así, era una chica, al parecer estaba inconsciente.
La cogí entre mis brazos y la llevé hasta la mejor habitación de la casa, seguramente estaría congelada, tenía los labios morados y parecía un poco desnutrida.
Me quedé con ella toda la noche, por si había algún cambio, o empezaba a sentirse mal.
Pude apreciar que hablaba en sueños, parecía tener pesadillas, horribles pesadillas; hubo un momento en el que, realmente me asusté, porque empezó a moverse mucho. Me tumbé a su lado y la sujeté entre mis brazos para ver si se calmaba un poco, y así fue. Vi que llevaba un collar de oro con forma de corazón, era muy bonito y tenía algo escrito en él, además parecía un poco antiguo. 
Sin darme cuenta me dormí abrazado a ella, y me desperté cuando eran cerca de las siete de la mañana. Revisé la entrada al rancho buscando alguna bolsa, o alguna maleta con cosas, pero no había nada.
Busqué a Doris, una mujer que era como una segunda madre para mí, y la informé de que teníamos una visita especial. Quería que esa chica se quedase un tiempo hasta que se recuperase, o que se quedase el tiempo que le fuera necesario. 
La verdad, me sentía muy solo, y quería un poco de distracción, así que no vendría mal que se quedase, y a juzgar por las apariencias supuse que no tendría donde ir, así que mejor que se quedase en Neverland, aunque tampoco quería coger muchas confianzas, me habían hecho tanto daño en esos 31 años...
Cuando volví a la habitación ella estaba mirando absorta por la ventana, la claridad se reflejaba en su pelo rojo caoba, me apoyé en el marco de la puerta y se me escapó una sonrisa al verla tan concentrada mirando a fuera. De repente se estremeció por una pequeña ráfaga de viento que entró por la ventana, la cerró y al volverse se quedó mirándome fijamente, ante la incredulidad que despertaba yo no dejaba de sonreír.
Sin dejar de mirarla, volteé una silla que había en la habitación y me senté apoyando mis brazos en la espaldera, ella se sentó en el borde de la cama sin dejar de mirarme extrañamente.


-¿Has dormido bien?-pregunté, examinando su rostro.


-S...Sí-respondió ella tartamudeando, eso hizo que un poco de ternura aflorara en mi corazón.


-Me alegro-contesté aclarándome la voz-te encontré en las puertas de mi casa y no podía dejarte ahí con la nevada que estaba cayendo, lo siento si ha sido una extremada confianza, pero ya sabes, no podía dejarte allí muriéndote de frío.


-Gracias-contestó ella sonrojándose.


No pude evitar fijarme en sus ojos verdes, eran de un verde muy claro, tan claro que creía poder ver a través de ellos, además de eso me fijé en que tenía unas pequeñas pecas por encima de su nariz, la volví a mirar a  los ojos y ella parecía estar un poco incómoda.