domingo, 23 de enero de 2011

5#


Ella estaba embobada mirando el paisaje cuando llegamos a la parte trasera.
La verdad es que el porche era realmente bonito, y el paisaje aún más.
Le pedí a Doris que preparara una jarra con zumo y dos vasos, y que también preparara una caja con globos de agua.
Me negaba a dejar de sostener su mano, sentía una paz interior increíble cuando estaba con ella, ese era su magnetismo especial.
Me agaché y puse la caja con globos sobre la mesa, ante su atenta mirada.

-Verás, una de las reglas de Neverland es mojarse-empecé a hablar sacando varios globos de la bolsa –y tú aún no te has mojado –continué intentando disimular una sonrisa traviesa que nacía en las comisuras de mis labios.

-Michael, siento aguarte la fiesta, y nunca mejor dicho, pero yo sí que me he mojado, esta mañana, en la ducha ¿recuerdas? –contestó ella mirando al suelo y soltando varias risitas leves.

-Eso no vale –me quejé mirándola de reojo –tienes  que participar en una guerra de globos de agua –dije sin dejar de sonreír.

-Soy una chica torpe e indefensa, no puedes hacerme participar en eso –dijo intentando, vagamente, darme pena –ten piedad de mí, por favor –continuó poniéndome ojos de cordero.

Puse los ojos en blanco y dije:

-Estás muy mona haciendo ojitos pero no hay excepciones, es una regla –dije agarrando uno de los globos de agua y apuntando hacia su cabeza.

-¡Michael! –gritó ella para empezar a correr tras mí,

Ella se hizo con varios globos de agua y me los lanzó con poca fuerza, así que fue fácil esquivarlos todos.
Pasamos un rato divertido corriendo, riendo y tirándonos globos de agua, y como siempre, gané yo. Pensé que sería buena idea proponerle jugar al tú llevas, y ella aceptó.
La verdad es que era un poco torpe, pero eso me daba más ventaja a mí para ganar.
 Intentó agarrarme una vez, pero en vez de eso, cayó encima mía y nos entró la risa tonta.
Todo era tan divertido.
La ayudé a levantarse y le pedí que fuésemos al porche para descansar un poco.
Entonces empezamos a charlar de mi infancia, y decidí preguntarle sobre la suya porque quería conocerla un poco más.

-¿Fue feliz tu infancia? –le pregunté.

-Bueno, cuando me encontraste yo acababa de salir de un orfanato, estuve allí desde que tengo memoria y nunca he sabido quiénes eran mis padres, ni si quiera sé si les pasó algo, si siguen vivos, si...Me abandonaron, sólo sé mi apellido, por lo del colgante, ya sabes –asentí lentamente, sus palabras se me estaban clavando en el corazón –y  no creo que mi nombre verdadero sea Denise, probablemente me lo pusiera la encargada del orfanato, que por cierto, me odia, a veces, cuando cierro los ojos o duermo, se me vienen imágenes a la cabeza, horribles imágenes, que supongo que serán recuerdos.

-Oh vaya, yo, siento mucho si te molestó la pregunta, creo que tuvo que ser muy duro para ti vivir sin padres y en un sitio donde no conoces a nadie y encima te odian –contesté sintiéndome muy triste.

Me levanté del asiento y me dirigí hacia ella para darle un abrazo, pensaba que lo necesitaría.
Ella me abrazó aún más fuerte que yo, y entonces volví a sentir la felicidad que dejé de sentir hacía años.

martes, 18 de enero de 2011

4#

Esa noche mientras ella dormía, mandé a que trajeran la ropa que le quedaba en el orfanato a la habitación. Una vez estaba esa ropa en la habitación volví a dormirme.
Casi siempre me costaba mucho dormirme, pero a la mañana siguiente no había quien me despertase, así que me levanté sobre las nueve de la mañana, generalmente me levantaba mucho más temprano, pero esa noche había dormido a pierna suelta.
Miré a un lado y Denise no estaba, ¿se había ido? No podía ser, me habría avisado, o eso creo, de todos modos decidí buscarla por la casa.
La busqué por todos lados, la cocina, las habitaciones, los baños, hasta fuera de la casa, en el rancho, pero no la encontré y empecé a desesperarme un poco.
Seguí buscando y me la encontré merodeando por uno de los pasillos centrales de la casa.
Me acerqué por detrás, le toqué en un hombro y ella se giró con cara de sorpresa.

-¿Qué haces por aquí? –pregunté sonriendo al verla tan perdida.

-Pues...buscaba el baño, pero creo que tu casa es como un laberinto, nunca encuentro las salas a las que quiero ir, no sé como tú las encuentras –contestó ella apretando contra si la ropa que llevaba.

-Está justo ahí –señalé la puerta que estaba enfrente de nosotros.

-Pero si he pasado por ahí un montón de veces, no puede ser...tu casa está encantada –comentó mientras miraba la puerta atónita.

-Se construyó sobre una casa encantada –dije intentando asustarla.

-¡Qué mentiroso eres! –exclamó mientras se metía en el baño bruscamente.

-¡Yo que tú tendría cuidado, puede haber una niña en la bañera! –seguía intentando asustarla, pero no podía detener la risa.

-¡Eres un mentiroso! –exclamó de nuevo pero esta vez se reía a carcajada limpia.

No pude evitar reír yo también.
Suspiré y de repente comencé a oír unos ligeros pasos acercándose a mí.
Me giré y pude observar al pequeño, pero extremadamente travieso, Macaulay Culkin, en su rostro brillaba una sonrisa traviesa y llevaba los brazos escondidos tras su espalda.
Le miré de reojo y ensancho aún más su sonrisa.

-Hola, Mike –saludó él enérgicamente, pero sin quitar sus brazos de detrás de la espalda.

-¡Hola, Mac! –saludé -¿qué llevas ahí? –le pregunté señalando su espalda.

-¿Yo? Nada –contestó sonriendo sospechosamente –bueno me voy que mi madre me está esperando, adiós –dijo él despidiéndose, pero sin dejarme ver lo que escondía.

Salió corriendo y yo me quedé mirándole confusamente, ¿qué tramaba? Bueno eso no me importaba del todo, la verdad, tenía la cabeza en otras cosas. Cuando dejé de mirarme de el espejo, miré el reloj de muñeca que llevaba puesto, ya eran las once del día, había estado una hora allí metida.
Decidí irme al estudio y comprobar algunos problemas que había tenido con los aparatos de sonido.
En los últimos días, antes de la llegada de esa chica de grandes ojos azules, todo me salía mal, y odiaba eso, pero cuando ella llegó, todo se tornó a una atmósfera cálida y familiar, ella hacía que esta casa tan vacía pareciese más un hogar que nunca.
No sé lo que tenía ella, ni lo que me pasaba a mí, ni lo que estaba sucediendo, pero no quería alejarme de todas esas sensaciones, ¿estaba siendo egoísta? Tampoco lo sabía, pero no me importaba.
Todo provenía de Denise y de su magnetismo, ella era la causa por la que el mundo giraba y el Sol nacía cada mañana.
¿Pero qué estoy pensando?, pensé para mí mismo, y era verdad, ¿qué me pasaba? Había tantas y tantas preguntas sin respuesta, necesitaba distraerme, pero en mi mente sólo había sitio para ella.

Al rato de haber despejado mi mente, sonó el teléfono, un sonido que me aturdió.

-Buenos días, Michael –saludó una voz femenina desde la otra línea, pero yo sabía quién era.

-Buenos días, Lisa –saludé con desgana, no me apetecía hablar con ella la verdad.

-¿Qué tal va esa chica? –preguntó con mala gana.

-Muy bien, es una chica genial –respondí sin poder evitar esbozar una sonrisa.

-Me alegro –escudriñó ella –yo estoy muy bien –refunfuñó.

-Y yo –contesté –oye Lisa, tengo cosas que hacer –intenté despedirme, no tenía ganas de hablar con ella.

-Tengo novio –comentó intentando llamar mi atención.

-Le acompaño en el sentimiento…-susurré –eh, digo, ¡qué bien! Me alegro por ti, venga, adiós –me despedí colgando el teléfono de inmediato.

Lo admito, hubo un tiempo en el que estaba perdidamente enamorado de ella, pero me demostró que no era la persona que yo pensaba.
Ella me hizo creer que era la chica de mis sueños, pero no era así.
Bueno no quiero pensar más en eso.
Salí del oscuro estudio y empecé a buscar a Denise, esta vez tuve más suerte, estaba en el salón leyendo un libro.

-Hola –le saludé.

-Hola.

-¿Te gusta Peter Pan? –pregunté un poco sorprendido.

-Sí, es mi cuento favorito –respondió con una bonita sonrisa.

-El mío también, de hecho, éste rancho se llama Neverland –dije con orgullo.

-Qué bonito –dijo sin apartar su vista del libro.

-Sí, me encanta Peter Pan, yo soy como él, no quiero crecer, quiero ser un niño para siempre –expliqué llevando mis ojos a su hermoso pelo rojo como el fuego.

-Yo también, es maravilloso –respondió cerrando el libro, y girándose para quedar enfrente mía.

-Sí, ¿sabes? Tú serás mi primera mejor amiga –sugerí mirándola detenidamente.

-Tú también serás mi primer mejor amigo –dijo ella, algo que me alegró mucho.

La deshice del libro y lo puse sobre el suelo, la abracé, la verdad es que ella tenía un olor natural que me fascinaba, todo en ella era tan dulce, que podía volverme loco.
Se me ocurrió una idea.
Le dije que tenía una sorpresa, la cogí de la mano y la llevé hasta la parte trasera de mi rancho.

sábado, 15 de enero de 2011

3#

Hubo un momento en el que oí una pequeña risita que fue la que delató a la chica. Me acerqué al perchero lentamente y no pude evitar soltar una carcajada, ¿qué se supone que estaba haciendo ahí?
Aparté las chaquetas, camisas y gorros que había en el perchero y me la encontré con sus delicadas manos cubriendo su rostro. Apartó sus manos y fue entonces cuando pude ver aquellos preciosos ojos azules, nunca vi unos ojos como aquellos, parecían tan…puros, me miró y un pequeño rubor apareció por sus hermosas mejillas, hubo un momento en el que me quedé embobado y con una sonrisa tonta ¿qué me estaba pasando?, le tendí la mano, ella se agarró a mi mano y salió cuidadosamente de donde estaba escondida.
Me picaba la curiosidad así que tuve que preguntárselo:

-¿Qué hacías ahí? –le pregunté negándome a esconder la risa.

-Esconderme… –respondió ella mientras el rubor se apoderaba, otra vez, de sus mejillas.

-¿De qué? –pregunté.

-No sé, tenía miedo de que no me dejasen explorar la casa, oí tus pasos y lo primero que se me ocurrió fue esconderme –dijo ella mientras clavaba su mirada en el suelo.

-¿Sabes? Me gusta tu forma de pensar, es inocente –expliqué mientras me sentaba en el suelo -siéntate Denise –dije y ella sin pensarlo dos veces me obedeció  -¿sabes? se me hizo muy raro que no me conocieses, ¿dónde vives? ¿en una cueva o algo así? soy una estrella, todo el mundo me conoce, ¿no te suena Thriller? –pregunté extrañado, pero ella se limitó a negar con la cabeza -Vaya...Qué raro, no sé, todos me conocen, encontrarme con alguien así es algo, gratificante, sí, gratificante, quizás seas una de las pocas personas que no me juzgue –alegué pensativo, era una chica diferente, me agradaría conocerla mejor -¿no tienes familia? –pregunté intentado de averiguar algo más sobre ella.

-No lo sé, la verdad, he crecido en un orfanato y ayer me tenía que ir ya de allí, tenía dos opciones o irme a trabajar a una zapatería de la capital o curiosear por "Santa Ynez" y que sucediese un milagro-comenzó a explicar ella, en el instante en el que empezó a hablar captó toda mi atención, tenía una voz muy dulce –la única pista que tengo de mi familia es este colgante, gracias a él se mi apellido –dijo despojándose del colgante dorado que llevaba y señalando con su delgado dedo el círculo -¿Ves? Pone Farrel, ése es mi apellido.

-Entonces, ¿a dónde vas a ir? no tienes casa, y creo, y espero no equivocarme, que tampoco tienes ningún recurso –dije preocupado.

Todo formaba parte de un plan, quería que se quedase a mi lado, pero no tenía ni idea de por qué, sólo sabía que Denise poseía un encanto y un magnetismo únicos, y no quería perder eso, no podía perder algo que hacía que me sintiese bien, y menos ahora.
Lisa me había rechazado irrevocablemente y no quería pasar mi tiempo solo y pensando en ella, no ahora que estaba Denise aquí.

-No tengo nada –respondió ella sacándome de mis pensamientos.

-Podrías quedarte aquí, estoy solo, sólo tengo a los encargados del hogar y demás, y a veces, a Liz, una buena amiga, por eso, no me vendría nada mal un poco de compañía –comenté intentando convencerla.

-Sólo te serviría como molesta, Michael –replicó ella cruzándose de brazos -no creo que sea buena idea, además ya has hecho bastante por mí salvándome del frío y dejándome dormir en tu casa, es demasiado de verdad –dijo seria mientras intentaba levantarse -ya encontraré la manera de sobrevivir, iré a la zapatería, o no sé, pero tranquilo, no quiero ser una molestia.

-No serías una molestia, ya te lo dije, necesito a alguien que me dé compañía –repetí mientras la agarraba del brazo e impedía que se levantase -además tengo muchas habitaciones vacías, odio ver las habitaciones vacías, es como si me faltase algo, tengo sitio y tiempo de sobra hasta que empiece con mi nuevo proyecto, las giras y todas esas cosas, por favor, tendrás todas las comodidades y todo lo que quieras, pero quédate, por favor –la miré directamente a los ojos y me perdí en ellos, no entendía nada de nada, no entendía por qué mi necesidad de tenerla junto a mí, pero me daba igual sólo quería tenerla si es lo que necesitaba.

-Está bien –aceptó ella frunciendo el ceño-pero sigo creyendo que seré una molestia.

-Te lo repito, no serás una molestia y...Gracias, muchas gracias –agradecí dándole un abrazo, no quería apretarla mucho, ya que era delgada y daba la sensación de ser una muñequita débil.

Nos pasamos lo que quedaba de día jugando con mis antiguos juguetes, viendo películas e intentando planear como conseguir ropa para ella, me explicó que tenía poquísima y se dejó alguna en el orfanato, y era verdad porque cuando la encontré sólo llevaba una maleta medio vacía.
Ya que la conocía un poco más, quería explicarle y enseñarle en qué consistía mi trabajo, enseñarle, en esencia, quién era yo, le enseñé mi música, mis vídeos, mis bailes y ella se quedaba embobada mirando y escuchando, siempre con una sonrisa de dientes perlados, esa sonrisa que iluminaba la habitación, esa sonrisa que me recordaba a la ternura.
Cada vez que miraba con cuidado mis movimientos en los videos, o que escuchaba mi música, yo la observaba a ella, cada milímetro de su rostro o de su perfecto cuerpo, pero, Dios santo, ¿qué hacía? No podía quedarme mirándola como un lelo de esa forma, no podía.
Cuando empezó a atardecer quise explicarle que esa era mi parte favorita del día porque es el momento más bonito y más mágico del día. Todos los  días le daba gracias a Dios por regalarnos algo así.
Ella me daba la razón a todo lo que le expliqué.
Cuando se hizo de noche decidí de mostrarle donde dormiría a partir de ese momento. Decidí darle una de mis habitaciones preferidas, y la más bonita, al menos para mí.
Era una habitación de estilo rural, con una parte de la pared cubierta en piedras grandes, no quedaba nada tosco, eso era lo que le daba el aire rural, aparte de los muebles, claro está, la pared era de un color amarillo anaranjado, muy bonito y suave, había una cama de matrimonio cubierta con un cubrecama color crema, los muebles eran de una madera clara muy suave y había una televisión encima de un pequeño mueble
Ella se quedó mirando fijamente al televisor y me pidió que me quedase a ver una película con ella.
Decidí dejarle una antigua camiseta mía para que durmiese cómoda esa noche.
Vimos mi película favorita, Peter Pan, ella me dijo que nunca la vio, pero que ese era su libro favorito, y que la idea de verlo en la televisión era fantástica.
Al terminar la película, sin darnos cuenta, sucumbimos al sueño, y nos quedamos dormidos abrazados como dos pequeños amigos de toda la vida o como dos niños cansados después de haber pasado todo el día jugando sin parar.

martes, 23 de noviembre de 2010

2#

No sé cuánto tiempo me quedé mirándola como un tonto, pero a ella parecía resultarle un poco incómoda aquella situación.


-Bueno, ¿cómo te llamas?-preguntó ella seria, yo no pude evitar echarme a reír, ¿en serio no sabía mi nombre?


-¿Es una broma?-pregunté conteniendo la risa.


-No...-respondió ella mirándome extrañada.


-Vaya-contesté poniéndome serio-lo siento, pero...Es que, todo el mundo sabe mi cuál es mi nombre-proseguí.


-Parece que todo el mundo no-afirmó ella soltando una leve risa.


-Ya lo veo-contesté sonriendo-me llamo Michael, ¿y tú?.


-Denise-respondió ella sin dejar de sonreír.


-Bonito nombre-dije.


Y se volvió a parar el tiempo.
Esa chica, tenía algo especial, no sabía qué era pero me gustaba, pero era como una sensación  de que la conocía de toda la vida.
Pasamos un pequeño rato en silencio, hasta que, Doris me pidió que bajase, tenía visita.
Dejé a Denise sola un momento, según me había dicho Doris, era Lisa Marie Presley, solía visitarme de vez en cuando, la verdad es que estaba enamorado de ella desde hacía mucho, y aunque se lo dije, ella ignoró mis sentimientos, cosa que me dolió muchísimo, pero la quería de verdad así que no descansaría hasta conseguirla.
Bajé hasta mi despacho, que es donde ella solía ir cuando me visitaba, como siempre, para mis ojos, estaba preciosa, aunque Doris decía que no le parecía una buena chica y que no le gustaba el pasado que tuvo, pero a mí me daba igual, no cambiaría de opinión por ella.
Estuvimos un rato charlando y decidí contarle que tenía una invitada especial.


-¿Sabes qué? Anoche me encontré a una chica desmayada en las puertas de Neverland-dije sentándome en el sillón que había en la sala.


-¿La dejarías allí, verdad?-preguntó ella.


-No, por Dios no, sabes que eso no va en mi naturaleza, Lisa-contesté.


-Sí...Cierto-dijo ella un poco molesta-¿Está aquí?-preguntó mirando por la ventana.


-Sí, esta arriba, en una de las habitaciones de invitados-respondí sonriendo.


Ella no dijo nada, cambió de tema y al rato de estar charlando se fue, aunque la notaba un poco molesta, no sabía que había dicho, pero bueno.
Decidí ir en busca de Denise, subí las escaleras y me dirigí hasta la habitación, pero no estaba, qué extraño, miré en todas las habitaciones pero tampoco la encontré, sólo quedaba una,  y era la de los juguetes, era mi habitación favorita, después de la biblioteca, entré y observé que detrás del perchero asomaban unos pies. 

lunes, 22 de noviembre de 2010

1#

Recuerdo la fecha exacta del comienzo de, lo que es para mí, el comienzo de mi historia, era a finales de los ochenta, concretamente, en 1989, estaba a un año de publicar mi cuarto albúm en solitario, algo que me encantaba, tenía, en aquel entonces 31 años, recuerdo que nevaba mucho y hacía mucho frío, por lo que decidí sentarme en un sillón del salón y leerme un buen libro al calor de la chimenea, no sé cuantas horas estuve leyendo, solo sé, que cuando miré el reloj que estaba encima de la chimenea, ya eran las nueve de la noche, me froté los brazos con las manos y me asomé a la ventana, me fijé que en las puertas de Neverland, había alguien, no sabía quien era, así que decidí acercarme y cerciorarme de que no fuese ningún periodista cotilla.
Para mi sorpresa, no fue así, era una chica, al parecer estaba inconsciente.
La cogí entre mis brazos y la llevé hasta la mejor habitación de la casa, seguramente estaría congelada, tenía los labios morados y parecía un poco desnutrida.
Me quedé con ella toda la noche, por si había algún cambio, o empezaba a sentirse mal.
Pude apreciar que hablaba en sueños, parecía tener pesadillas, horribles pesadillas; hubo un momento en el que, realmente me asusté, porque empezó a moverse mucho. Me tumbé a su lado y la sujeté entre mis brazos para ver si se calmaba un poco, y así fue. Vi que llevaba un collar de oro con forma de corazón, era muy bonito y tenía algo escrito en él, además parecía un poco antiguo. 
Sin darme cuenta me dormí abrazado a ella, y me desperté cuando eran cerca de las siete de la mañana. Revisé la entrada al rancho buscando alguna bolsa, o alguna maleta con cosas, pero no había nada.
Busqué a Doris, una mujer que era como una segunda madre para mí, y la informé de que teníamos una visita especial. Quería que esa chica se quedase un tiempo hasta que se recuperase, o que se quedase el tiempo que le fuera necesario. 
La verdad, me sentía muy solo, y quería un poco de distracción, así que no vendría mal que se quedase, y a juzgar por las apariencias supuse que no tendría donde ir, así que mejor que se quedase en Neverland, aunque tampoco quería coger muchas confianzas, me habían hecho tanto daño en esos 31 años...
Cuando volví a la habitación ella estaba mirando absorta por la ventana, la claridad se reflejaba en su pelo rojo caoba, me apoyé en el marco de la puerta y se me escapó una sonrisa al verla tan concentrada mirando a fuera. De repente se estremeció por una pequeña ráfaga de viento que entró por la ventana, la cerró y al volverse se quedó mirándome fijamente, ante la incredulidad que despertaba yo no dejaba de sonreír.
Sin dejar de mirarla, volteé una silla que había en la habitación y me senté apoyando mis brazos en la espaldera, ella se sentó en el borde de la cama sin dejar de mirarme extrañamente.


-¿Has dormido bien?-pregunté, examinando su rostro.


-S...Sí-respondió ella tartamudeando, eso hizo que un poco de ternura aflorara en mi corazón.


-Me alegro-contesté aclarándome la voz-te encontré en las puertas de mi casa y no podía dejarte ahí con la nevada que estaba cayendo, lo siento si ha sido una extremada confianza, pero ya sabes, no podía dejarte allí muriéndote de frío.


-Gracias-contestó ella sonrojándose.


No pude evitar fijarme en sus ojos verdes, eran de un verde muy claro, tan claro que creía poder ver a través de ellos, además de eso me fijé en que tenía unas pequeñas pecas por encima de su nariz, la volví a mirar a  los ojos y ella parecía estar un poco incómoda.